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miércoles, 8 de junio de 2011

Las artes marciales.


Las Artes Marciales.


 El alumno camina ansioso del entrenamiento, el edificio donde se alberga su Dojo irradia una extraña aura que evoca las imágenes de un duro entrenamiento, desde fuera pueden sentirse los olores de la transpiración producto de larga sesiones de entrenamiento, inclusive la calidez del piso señala que recientemente hubo una sagrada sesión de entrenamiento, entra caminando casi de puntillas por temor a despertar a los Dioses guerreros, rinde una reverencia con un profundo misticismo al altar que alberga una Santísima Trinidad (La fotografía del fundador del sistema, la insignia de su Dojo, la bandera de su país) del sistema que practica. Luego se dirige a los vestidores con una devoción casi religiosa, saca su cinturón negro como prueba de su devoción, de su esfuerzo, una señal irrefutable de su maestría, lo único que lo separa del titulo de maestro es la delgada linea entre el cinturón negro y el Dan. Es entonces cuando como un guerrero samurai el joven saca su uniforme, mas que un uniforme para el entrenamiento es la armadura de un samurai, un símbolo de honor y devoción, es una armadura de tela, y así se envuelve en un ritual absorto de la realidad en el cual solamente existen el, su armadura, y por supuesto su cinturón negro. Como si se tratase de una verdadera armadura de acero el alumno camina por el Dojo, luciendo el uniforme de su sistema, con varios parches integrados en el, la insignia de su gimnasio, algunos símbolos orientales de los cuales muchas veces no tiene idea del significado pero no le importa, pues estos le dan la sensación de pertenencia a un grupo, lo identifican y acreditan ante sus compañeros, aveces su nombre bordado, así camina por el gimnasio sintiéndose poderoso, portando la mas terrible de las armas SU CINTURÓN NEGRO... Es aquí cuando todo da un giro, no importa quien fue, cuales son sus sentimientos, no importa nada fuera del Gimnasio, ahora se siente seguro y respetado, superior a sus compañeros, pero aun no lo suficiente para mirar a los ojos al Gran Sacerdote, ese sabio Maestro que solo esta dispuesto a entregar sus conocimientos a aquellos que demuestren constancia, devoción, y maestría en la practica de su sistema. Este sacrificio, su devoción, y su admiración serán bien recompensadas con la entrega de la legendaria Linea Roja que cruza el cinturón negro y es conocida como DAN.

Es así como la mayor parte de los practicantes perciben el sistema que aprenden, ven el Gimnasio como un templo sagrado, al maestro como un sacerdote guerrero, y a su cinturón negro como un arma sagrada, casi como la Katana del Samurai que los librara y escudara de todo mal.

Cada quien es libre de pensar lo que mejor le parezca. Pero yo creo que en las Artes Marciales el cinturón negro y sus equivalentes han sido mitificados, sus cualidades han sido exacerbadas, rayando con lo fantasioso al saturarle de aspectos místicos, y capacidades sobrenaturales a sus poseedores, mas aun en el caso de los danes, las cintas mas altas han sido mitificadas a niveles inconmensurables.

En la practica de las Artes Marciales el fin correcto debe ser la auto-superación, ya sea a nivel espiritual, emocional, mental, y/o  físico, no importa si el alumno estudia con fines de convertirse en maestro del sistema o en un peleador callejero, pues el objetivo principal es la auto-superación. Cuando se alcanza ese nivel no hay necesidad de demostrar la propia maestría para sentirse seguro, pues sabemos quienes somos y no necesitamos lucir la cinta para que nos convierta en quienes somos, pues el cinturón negro o sus equivalentes se porta con orgullo en el corazón; y solo aquellos que sean capaz de mirar mas allá de la percepción común sabrán que están ante un autentico guerrero, porque solo aquellos que no lo son sienten la necesidad de ser reconocidos como tal. 

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